Estoy que me subo por las paredes.
Cuatro días sin entrenar.
Obligado.
Castigado en casa.
No por lesión.
No por pereza.
Por gripe.
Por sentirme hecho mierda.
Y cuando el cuerpo te para así…
la cabeza no se calla.
Horas en la cama.
Series de fondo.
Dormir mal.
Pensar mucho.
En qué quiero mejorar este 2026.
En qué quiero hacer mejor.
Y en qué no quiero volver a repetir.
Porque si algo debes saber es esto:
cuando llegan estos días… no tienes ganas de nada.
Cero motivación.
Cero energía.
Cero épica.
Mi único hábito ha sido escribir.
Un ratito cada día.
Justo en el hueco en el que me sentía un poco más fuerte.
Cuando no me lloraban los ojos.
Cuando la cabeza me daba tregua.
Cuando los dolores musculares se iban un rato.
Hoy les decía algo muy claro a mis alumnas en el grupo:
la alimentación no cura una gripe.
No hace milagros.
No te salva.
Si te pilla, te ha pillado.
Lo único que hace es que sea más llevadera.
Que tu escudo esté un poco más fuerte.
Más vitaminas, más minerales… sí.
Pero no es un muro infranqueable.
Ojalá lo fuera.
Ahora bien…
una mierda de alimentación sí que pasa factura.
Influye en cómo descansas.
En cómo te encuentras anímicamente.
Y sobre todo… en tu composición corporal.
Estos días he seguido comiendo bien.
Legumbres.
Verduras.
Mi porridge de siempre con leche o bebida vegetal.
Pero con muy, muy poco movimiento.
Y con cero ganas de hacer nada.
Y aun así, eso suma.
Eso sostiene.
Eso evita que todo se vaya al carajo.
Ahora mismo tengo la mochila preparada.
Como cuando eras pequeño y dejabas todo listo para el cole.
Mañana vuelta al cole.
Al gym.
A las 7 de la mañana.
Saliendo de aquí.
Primer entreno tras una semana fuera.
Más delgado.
Peor estéticamente.
Más “deshinchado”.
Y es normal.
Cuando el estímulo muscular desaparece unos días…
el cuerpo lo nota.
Pero esto también es parte del proceso.
Parar.
Recuperar.
Y volver.
Sin dramas.
Sin castigarte.
Sin pensar que lo has perdido todo.
Mañana no voy a demostrar nada.
Solo voy a moverme.
Y a recordar por qué empecé.
Si tú estás ahora mismo en un parón parecido…
no te machaques.
Cuida lo básico.
Come decente.
Descansa lo que puedas.
Y cuando toque volver…
vuelve.
Si quieres que te acompañe en ese proceso —sin culpas, sin extremos y con cabeza—
respóndeme a este email y lo vemos juntos.
Que esto va de constancia.
No de perfección.


