Lo que hemos vivido Enya y yo esta tarde no se nos va a olvidar nunca.
Y no porque haya sido bonito.
Sino porque ha sido necesario.
Ha venido a casa una etóloga.
Para ayudarnos con Lucas.
El señorito Cocker de 13 años que vive con nosotros.
Y hemos salido con una lección clara:
Creer que lo estás haciendo bien no significa que lo estés haciendo bien.
Nos ha dado una cantidad enorme de consejos para su etapa senior.
Consejos que, en nuestra cabeza, ya aplicábamos.
O eso pensábamos.
Menos mal que decidimos actuar pronto.
Menos mal que decidimos pedir ayuda.
Porque no solo hemos aprendido a entenderle mejor…
Sino a dejar de frustrarnos por actitudes que antes nos sacaban de quicio.
Lucas no oye.
Y ver… ve menos que Pepe Leches.
Tiene dolor en la cadera por una displasia severa en ambas.
Así que no.
No está dando saltos de felicidad todo el día.
Le duele.
Se frustra.
Y muchas veces se pone rabioso.
¿Cómo no iba a hacerlo?
El problema no era Lucas.
El problema era que no entendíamos todo lo que había detrás.
Ahora toca aplicar.
Con calma.
Con cabeza.
Y sin esperar milagros.
Justo después he tenido una llamada con Noe.
Alumna del programa.
Y hemos hablado de aplicar ciertos tips en sus entrenos.
No cosas mágicas.
No inventos raros.
Pequeños ajustes que, bien hechos, cambian mucho.
Y hay algo que marca la diferencia entre Noe y muchas otras personas.
Noe pregunta.
Pregunta sin miedo.
Pregunta aunque piense que es una tontería.
Y eso, créeme, es lo que hace que progrese.
Porque preguntando se llega a Roma.
Y no preguntando… te quedas dando vueltas en el mismo sitio.
Enya y yo preguntamos para no quedarnos con dudas.
Noe pregunta para no estancarse.
Y muchas personas no avanzan porque prefieren seguir “haciendo lo de siempre”.
Aunque no funcione.
El problema no es no saber.
El problema es callarte, aguantar y asumir que “esto es lo que hay”.
Y no.
No tiene por qué ser así.
Si algo no te cuadra con tus entrenos, con tu cuerpo o con tu alimentación…
Pregunta.
Porque avanzar empieza justo ahí.


