El otro día, paseando por el pasillo de la leche en el súper, me pasó algo tonto… pero que me removió por dentro.



Iba sin cascos, cosa rara en mí, y escuché a una mujer decirle a su pareja:



“Cari, me llevo estas barritas que dicen que son buenas para perder peso.”



Y te juro que me quedé tieso.



No por ella.



Por lo que hay detrás.



Por todas las veces que tú, o cualquiera, ha confiado en un “dicen que” mientras se sentía cansada, hinchada, perdida… y buscando una salida rápida porque ya no sabe qué más probar.



Ese “dicen que” me duele más que un tirón en pierna un lunes.



Porque detrás de ese “dicen que” suele haber:



Años de malas experiencias.



Culpa por no conseguir lo que prometen.



Dietas absurdas que te dejan peor que cuando empezaste.



Y una autoestima que se va al carajo poco a poco.



Mientras escuchaba a esa mujer, pensé:



“Joder, cuántas están exactamente igual, sin tener ni idea de que el problema no es ellas… sino la cantidad de mensajes basura que han tenido que tragarse.”



Y me dio rabia.



Pero también ternura.



Porque no es culpa de nadie caer en estas cosas.



Es lo que llevamos viendo toda la vida.



Perder peso.



Perder peso.



Perder peso.



Como si eso fuera la solución mágica a todo.



Mientras tanto, la salud —la de verdad— se queda en un segundo plano.



Y luego llegan los “profesionales” de internet diciendo que la mantequilla es buena, que el tofu es malo, que las legumbres regular… y tú te quedas con cara de “¿y ahora qué coño hago yo?”.



Normal que estés confundida.



Normal que te sientas perdida.



Normal que te canses antes de empezar.



Pero te digo algo con el corazón en la mano:



Mi trabajo no va de hacerte perder peso.



Va de devolverte energía.



Va de que vuelvas a mirarte al espejo sin miedo.



Va de que no te dé pereza vivir.



La pérdida de grasa llega después.



Siempre.



El otro día me salió un vídeo donde un tío, vestido como si acabara de salir de un quirófano, decía que una tal Mamen había perdido 10 kilos en un mes.



10 kilos en un mes.



Y él tan pancho, sonriendo a cámara, como si acabara de inventar la felicidad.



A mí ese tipo de cosas me dan miedo.



Miedo por quien lo vende… y miedo por quien cae en eso con toda la buena intención del mundo.



Por eso te digo esto hoy:



no caigas otra vez en lo mismo, ni ahora, ni en enero, ni nunca.



Tu cuerpo no es un producto para enseñar en redes.



Tu proceso no es un juguete.



Y tú no eres una cifra en una báscula.



Si de verdad quieres perder grasa desde la calma, entendiendo tus porqués, comiendo sin culpa y sin volver al bucle…



Aquí estoy.



Tú como alumna.



Yo como tu dietista.



Y esta vez sin cuentos ni atajos de mierda.



Haz clic aquí, rellena el formulario y hablamos tú y yo.

Con calma, sin agobios.

Un abrazo,

Alberto

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