Hoy ha sido un día de esos que empiezan con “voy a hacer de todo”...
...y acaban con “me ha pasado el día por encima”.
Entre reuniones, cambios para mis alumnas, entreno intensito de pierna y gestiones varias... he comido una hiper mega ensalada, un porridge y poco más.
Y claro, ahora me viene la pregunta de manual:
“¿Y ahora me como todo lo que me falta para cumplir con las calorías del día?”
Pues no.
Porque sería meterme un atracón por obligación. Porque no tengo hambre real. Y porque tampoco pasa nada.
Lo ajusto mañana con el desayuno, y listo.
Pero lo importante no es lo que hago yo, sino lo que tú sueles hacer en estos casos.
Porque muchas veces te entra la culpa. Ese “no he hecho lo suficiente”, ese “me he salido del plan”, ese “otra vez igual, nunca lo hago perfecto”.
Y esa culpa es veneno.
No porque te impida avanzar, sino porque te drena energía emocional que podrías estar usando para descansar o reconectar contigo.
Como bien dice Bea, la psicóloga de mi equipo:
“No necesitas regañarte cada vez que algo se sale del guion. Necesitas comprender qué te estás exigiendo… y por qué.”
Hoy, más que contarte nada, quiero invitarte a parar.
A poner orden, pero no desde el látigo, sino desde el autocuidado.
Respira. Siente el cuerpo. ¿Vas acelerada? ¿Te estás presionando otra vez para ser la alumna perfecta, la madre perfecta, la mujer perfecta?
Suéltalo un poco.
“No eres menos disciplinada por parar. Eres más sabia por saber cuándo hacerlo.” – Carl Jung lo habría firmado si entrenara fuerza y comiera porridge.
Mañana seguimos.
Con más calma, más estrategia y menos culpa.
Un abrazo.
Alberto Calzada
Entre reuniones, cambios para mis alumnas, entreno intensito de pierna y gestiones varias... he comido una hiper mega ensalada, un porridge y poco más.
Y claro, ahora me viene la pregunta de manual:
“¿Y ahora me como todo lo que me falta para cumplir con las calorías del día?”
Pues no.
Porque sería meterme un atracón por obligación. Porque no tengo hambre real. Y porque tampoco pasa nada.
Lo ajusto mañana con el desayuno, y listo.
Pero lo importante no es lo que hago yo, sino lo que tú sueles hacer en estos casos.
Porque muchas veces te entra la culpa. Ese “no he hecho lo suficiente”, ese “me he salido del plan”, ese “otra vez igual, nunca lo hago perfecto”.
Y esa culpa es veneno.
No porque te impida avanzar, sino porque te drena energía emocional que podrías estar usando para descansar o reconectar contigo.
Como bien dice Bea, la psicóloga de mi equipo:
“No necesitas regañarte cada vez que algo se sale del guion. Necesitas comprender qué te estás exigiendo… y por qué.”
Hoy, más que contarte nada, quiero invitarte a parar.
A poner orden, pero no desde el látigo, sino desde el autocuidado.
Respira. Siente el cuerpo. ¿Vas acelerada? ¿Te estás presionando otra vez para ser la alumna perfecta, la madre perfecta, la mujer perfecta?
Suéltalo un poco.
“No eres menos disciplinada por parar. Eres más sabia por saber cuándo hacerlo.” – Carl Jung lo habría firmado si entrenara fuerza y comiera porridge.
Mañana seguimos.
Con más calma, más estrategia y menos culpa.
Un abrazo.
Alberto Calzada


